Lo normal es que todo sistema con engranajes y piezas metálicas móviles que están en contacto entre sí y que soportan fricciones entre ellas esté convenientemente lubricado. La caja de cambios no es una excepción.
Algunos fabricantes indican que el aceite de la caja de cambios de algunos de sus modelos no necesitan cambio ni mantenimiento. Sin embargo, lo habitual es que revisando el manual de usuario de tu vehículos encuentres la recomendación de cada cuántos kilómetros cambiarlo.
¿De verdad es tan necesario hacerlo? ¿Basta con rellenar el circuito? ¿Cuáles son los síntomas de que le falta aceite a la caja de cambios? ¿Qué pasa si no lo cambias? ¿En los coches de cambio automático también hay que cambiar o revisar el nivel de aceite de la caja de cambios?
Resolvamos todas estas dudas.
La misión principal del aceite de la caja de cambios, también conocido como valvulina, es la de proteger sus piezas del desgaste por roce entre ellas. Fundamental si quieres que funcione de manera óptima y durante el mayor tiempo posible.
Las averías en la caja de cambios son bastante costosas, así que compensa con creces cambiar el aceite según las recomendaciones del fabricante o cuando esté sucio o degradado.
Te interesa que el aceite de la caja de cambios mantenga sus propiedades para que refrigere y mantenga la temperatura, evite la corrosión u oxidación y que conserve lubricadas todas las piezas.
Se tiene que hacer en coches con cambio manual y también en los de marchas automáticas. De hecho, en los coches automáticos el cambio se hace con más frecuencia que en los manuales.
Hay tres maneras de que cualquier conductor sepa si podría haber un problema con el aceite de la caja de cambios.
La primera y más sencilla es hacer una comprobación del nivel y de su color cada 15.000 km o una vez al año. Si está bajo de nivel pero tiene aún un color clarito y traslúcido, puedes rellenar un poco. Si tiene un color oscuro, toca cambio de aceite.
La segunda forma es cuando te das cuenta de que el vehículo ha dejado una mancha en el asfalto mientras estaba aparcado. Podría ser una fuga. Si es el caso, para y comprueba para descartar que sea un goteo por condensación. Hay un truco que debes conocer para saber si se trata del aceite de la caja de cambios, y es que huele fatal, como a huevos podridos.
El tercer síntoma lo vas a detectar mientras conduces. En los cambios de marcha va a empezar a tener comportamientos anómalos: da tirones cuando cambia de marchas, hace ruidos como de rasquidos o crujidos, la palanca de cambios está dura, te saltan las marchas, etc…
En todos estos casos, tu coche está pidiendo a gritos una revisión. Acude al taller más cercano.
Si lo de las revisiones de mantenimiento no va contigo o prefieres apurar al máximo los plazos para ahorrarte unos euros, recuerda este dicho: lo barato te puede resultar muy caro.
En el mejor de los casos, puede que sea que el aceite de la caja de cambios está bastante degradado (y de color como de café). Si lo detectas a tiempo, bastará con sustituirlo cuanto antes. Al menos sigue las indicaciones del fabricante del vehículo y ponle del tipo aceite que te recomienden.
Si no lo has cambiado a tiempo, el aceite habrá dejado de proteger las piezas de la caja de cambios: se habrán degradado por calentamiento excesivo o por fricción. El cambio de las piezas requiere desmontarla entera. O directamente cambiar la caja de cambios.